jueves, 7 de octubre de 2010

SIN TITULO

Hace dos sábados salimos de casa Christina y yo con nuestras bicis, dispuestos a pasar una mañana de fin de semana lo más hyggelig, agradable, posible. Hyggelig es un vocablo que en danés quiere decir agradable, tranquilo, en buena compañía, relajado pero al mismo tiempo delicioso... en fin, de puta madre.
Así que salimos con nuestras bicis, estilo verano azul en versión otoño gris, claro, pero tan pimpantes. A unos 300 metros de casa nos encontramos a una mujer realmente anciana, pequeñita como una muñeca y que andaba lentísimamente can un taca-taca de esos que usan los ancianos.
Bien, pues esta mujer, débil y diminuta iba por medio del carril-bici. Los ciclistas la iban esquivando como podían y seguían su curso. Lo mismo hicimos nosotros, pero daba la casualidad de que teníamos que parar a 25 metros de donde estba ella para recoger algo en una tienda.
La gente la miraba y pensaba, yo también lo hice: "que hace esta loca en medio, por qué nadie la ayuda a subir a la acera?".
Así que Christina dejó la bicicleta y se acercó a ella para ayudarla. No se esperaba lo que pasó: "Déjame, quiero que me maten", fue la reacción de la vieja muñeca.
El hyggelig sábado se había esfumado a sólo 300 metros de su principio.
Algo se rompió en nuestro interior.

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