jueves, 22 de julio de 2010

Cotidianidad

En la estación central siempre hay gente. Se llama Hovedbandegård station.

Gente con maletas y mochilas, principalmente. Mi tren hace su trayecto hacia el aeropuerto, aunque yo me bajo antes. Yo me bajo en Tårnby.

La estación central es una enorme construcción de hierro y madera que sirve para albergar trenes que siempre llevan retraso y viajeros que esperan sus trenes retrasados. El mío hoy sólo trae 9 mi nutos, pero puede aumentar; así que observo a la gente mientras espero.

Hay como 200 metros de andén, pero la gente se amontona en los primeros veinte. Yo me sitúo a unos 40 metros aproximadamente del principio del andén, así puedo observar mejor desde una prudente distancia.

Hay un hombre que nunca me falla: siempre está aquí a la misma hora que yo, osea, a las 9 de la mañana. Es mayor, viste un traje gris desgastado y que la cae un poco grande. Se toca con una gorra de visera con publicidad de la compañía aérea Iberia. Lleva, siempre, una bolsa de plástico amarilla, de la popular cadena de supermercados Netto. Bajito. Le gustan los niños y habla español. Lo sé porque una vez le oí hablar español con alguien que tenía un niño. Me pregunto dónde irá cada mañana a la misma hora.

En el tren, a veces, observo a los viajeros, casi todos con maletas enormes; a veces me observan ellos a mi, a veces no nos miramos siquiera. Hoy no nos vemos. No existimos. Yo leo la carta de un suicida: "Dinero", de Martin Amis.

Una persona que lee concentradamente en el tren es una persona que no está, no existe. Aburre. No la vemos. Soy, pues, como un fantasma. Me recreo en la sensación de ser un fantasma. Pero no puedo moverme. En cuanto me mueva varios pares de ojos se fijan en mi. Quieto.

En Ørestad se baja bastante gente; no me gusta esta parada. Es incongruente: un puñadito de edificios altos y negros, modernos, que, supongo, albergan oficinas en medio del campo. Nada más. Ridículo. Dos metros después de la parada sólo se ve hierba y cielo, otra vez. Qué pintan esos edificios negros aquí?

Como ya he dicho, yo me bajo en Tårnby. Vaya birria de estación. Al menos hoy funcionan las escaleras mecánicas. Subo al hall en el momento preciso para ver cómo el autobús 350S que tengo que tomar, se marcha sin esperarme. Me siento a esperar. Yo no soy como el bus, yo soy más educado y espero. Espero en una carretera. No hay más que coches en esta carretera. de vez en cuando para un bus en la acera de enfrente y la gente cruza por en medio, corriendo, esquivando coches. El paso subterráneo no se utiliza. Esto le da un plus de emoción a la espera. Gracias estúpidos cruzadores de carretera.

1 comentario:

Óscar dijo...

Esa bolsa amarilla, que intriga, Edelmiro.
El Mc Gaffin de Hitchcock (el secreto que encierra el film y permite despertar el suspenso. Es un pretexto que pone en marcha un conflicto. Aunque no sea de mucha importancia para su narración, dicho elemento permite que la historia avance de manera atractiva. El Mc Gaffin “Es lo que buscan los espías pero al público no le interesa”, ...esa bolsa amarilla, de un tipo que habla en varias lenguas con niños